El alcoholismo, como enfermedad, no siempre recibe el tratamiento más eficaz ya que no existe un consenso respecto de 3 cuestiones fundamentales. En primer lugar, no hay un consenso científico de un modelo filosófico o paradigmático de actuación coherente, no hay consenso de cuáles deberían ser los objetivos y/o las necesidades fundamentales que se deberían cubrir o solucionar a nivel de los pacientes alcohólicos y tampoco hay un consenso de cuáles dispositivos asistenciales serían los más adecuados para asegurar una asistencia válida y confiable.

Con este panorama científico y social, y con la estimulación y el incremento del consumo de bebidas alcohólicas a nivel social, es comprensible que aumenten los fracasos en los tratamientos de desintoxicación del alcoholismo de las personas que sufran esta adicción y las consecuencias en la salud pública por las enfermedades relacionadas con el alcoholismo.

Así entonces, en muchos casos, la ausencia de tratamientos eficaces para el consumo abusivo de bebidas alcohólicas se debe a concepciones erróneas sobre lo que es la adicción al alcohol o alcoholismo. Todavía para mucha gente (incluído profesionales sanitarios) el alcoholismo es una cuestión de decisión personal, es decir, el adicto lo sería porque quiere beber mucho alcohol, o es un asunto de falta de carácter, de tal forma que los alcohólicos no dejan de beber porque no tienen fuerza de voluntad. Detrás de estas concepciones está la creencia de que abandonar la dependencia del alcohol está enteramente en las manos (en la voluntad) de la persona adicta.

Pero la realidad es que la adicción, más allá de la decisión y la voluntad personal del adicto, es una enfermedad que escapa al control del alcohólico. Porque con el consumo elevado, compulsivo y/ o prolongado de alcohol, el cerebro se adapta patológicamente y experimenta cambios bioquímicos que modifican los comportamientos, pensamientos y sentimientos del bebedor, y que producen entre otros efectos, un deseo compulsivo e incontrolable de beber alcohol. Esto implica que la persona que padece esta adicción, difícilmente puede controlar ese deseo compulsivo generado por los daños cerebrales producidos por el alcohol, así como también decrece su capacidad para autoevaluar los daños que el consumo le está provocando y para dirigir su conducta hacia el abandono de la bebida y la modificación de su estilo de vida adictógeno.

Por tanto, podemos afirmar, sin lugar a dudas, que el alcoholismo es una enfermedad, una adicción que afecta de manera significativa el funcionamiento cerebral. Es una enfermedad que puede recibir tratamiento de desintoxicación y de la que hay recuperación.

Hoy en día, gracias a las investigaciones y las nuevas tecnologías, cada vez se sabe más acerca de cómo actúa el alcohol en el cerebro y los efectos que produce, lo que permite desarrollar tratamientos de desintoxicación del alcoholismo y fármacos adecuados para que el adicto recupere el control de su vida. Es más, en la actualidad se puede visualizar mediante técnicas de medicina nuclear, como la Tomografía de Emisión de Positrones (PET), los daños que el alcohol provoca en el metabolismo celular cerebral, especificando qué áreas de tejido cerebral se encuentran afectadas por esta patología.

El tratamiento de desintoxicación del alcoholismo debe comenzar con un diagnóstico que comprenda tanto, la evaluación clínica de los factores biológicos, psicológicos y sociales que interactúan en la enfermedad de cada persona, como analíticas y pruebas médicas y test psicológicos. Posterior a esta etapa diagnóstica, se debe continuar con un tratamiento de desintoxicación del alcoholismo de forma hospitalaria.

Aquí es importante señalar que la desintoxicación del alcoholismo se puede entender de diversas maneras. En los tratamientos contra el alcoholismo tradicionales, la desintoxicación solo se centra en el control de los síntomas más evidentes de la adicción, esto es, en el control de los síntomas del síndrome de abstinencia. Según esta concepción, tratar la adicción significa ante todo limpiar el organismo del alcohol.

Sin embargo, el tratamiento de desintoxicación del alcoholismo, tal y como se entiende en tratamientos avanzados, implica no sólo la eliminación de los síntomas de la abstinencia, sino también y de manera fundamental la recuperación de los daños cerebrales causados por el alcohol, y de las funciones cognitivas y afectivas que han sufrido alteraciones. Desde esta segunda concepción, más que hablar de desintoxicación, se habla de neurorregulación, es decir, tratar la adicción al alcohol significa no solo limpiar y desintoxicar el organismo sino también reparar los daños cerebrales que esta adicción está causando en el tejido cerebral.

Estas dos maneras de entender la recuperación de la adicción se pueden ejemplificar así. Cuando una persona se rompe un hueso, es decir, sufre una fractura, se puede tratar el dolor, hacer que desaparezca, pero eso no quiere decir que realmente se haya curado el hueso y recuperado su funcionalidad.

Esto no quiere decir que no sea importante tratar los síntomas de la abstinencia cuando se deja de consumir alcohol, ya que de hecho el síndrome de abstinencia es un reto y un obstáculo para la recuperación de la adicción. Este síndrome ocurre porque el organismo se ha acostumbrado a la presencia del alcohol (se ha vuelto dependiente) y el cerebro, por tanto, deja de producir las sustancias químicas naturales que el alcohol reemplaza. Es decir, el organismo depende del alcohol para funcionar “normalmente”, y por eso cuando se deja de beber después de un tiempo prolongado de consumo compulsivo, el organismo no cuenta ni con las sustancias químicas naturales que ha dejado de producir, ni con el sustituto químico que supone el alcohol, y por eso sufre alteraciones.

Algunas alteraciones que se experimentan como síntomas opuestos a los efectos del alcohol, son ansiedad y agitación, dolor de cabeza, vómitos, sudoración, temblores, y en muchos casos convulsiones e incluso, en grado extremo, delirium tremens. Síntomas que sólo desaparecen, si no hay tratamiento adecuado, cuando se vuelve a consumir alcohol.

De hecho, el síndrome de abstinencia se convierte en el principal miedo para el adicto cuando se quiere someter a un tratamiento de desintoxicación del alcoholismo y quiere, por tanto, abandonar el consumo de bebidas alcohólicas. También el síndrome de abstinencia se convierte en el principal riesgo de recaída para el adicto, por la necesidad del paciente alcohólico de aliviar el malestar que produce dicha abstinencia.

Fuente: www.tratamiento-alcohol.com