Cuando el problema de la adicción se instala en una familia son altos los desajustes que se producen en ella. Es bien sabido que el consumo de uno de los miembros no solo afecta a aquel que consume, sino también a aquellos que le rodean y, por tanto, la familia es para nosotros uno de los pilares básicos con los que trabajar para reparar el daño que ésta ha sufrido y ver la dinámica que han establecido para poder sobrevivir en una situación que cuanto menos es caótica.
Cuando me refiero a vivir con el consumo, no solo hablo de aquellas personas que conviven con alguien que consume sustancias(cocaína, alcohol, cannabis) sino también de aquellas que padecen adicciones psicológicas o conductuales, ya que el daño que se ocasiona en los que conviven con él son los mismos.
Son muchos los sentimientos que abarcan a los familiares de los adictos. La ansiedad, el dolor, la tristeza, impotencia, culpa, etc que viven aquellos que conviven con él hace que poco a poco vayan enfermando junto con el miembro que es consumidor. Se habla de que la familia enferma, debido a que al aparecer en escena un miembro con problemas de consumo, va a tener que producir una serie de cambios para ir adaptándose a dicho problema. Dentro de estas adaptaciones que se van dando dentro de la familia, cada uno va a ir adquiriendo diferentes papeles o roles con funciones diversas frente a la persona adicta para poder mantener una estabilidad familiar, un equilibrio dentro del caos.
Todos esos sentimientos que abarcan al familiar suelen permanecer guardados y no han podido ser expresados ya que entre toda la vorágine que viven no hay tiempo para poder prestar atención a lo que ellos sienten sino que toda su atención va a estar dirigida hacia el adicto, no hay tiempo para mirar nada más, ni a si mismos, ni sus relaciones de pareja o el cuidado de otros hijos, y poco a poco esta familia va enfermando.
Podríamos localizar tres roles básicos que adquieren aquellas personas que conviven con una persona adicta. Serian más bien roles que lejos de contribuir a que el adicto abandone su consumo, facilitan el que permanezcan en él, aunque el familiar no sea consciente de ello. Normalmente existe la tendencia a situarse con mayor frecuencia en uno que en otros, aunque la misma persona suele pasar por los diferentes roles en diferentes momentos.
Hay miembros de la familia que adoptan un papel de salvadores o rescatadores frente a la persona adicta. Lo que quieren es ayudarle y para ello intentan hacerse cargo de aquellas responsabilidades que estos van dejando a un lado en la medida que avanza su consumo. Nos encontramos entonces con familiares que se sobrecargan con responsabilidades que no les corresponden, y lejos de ayudar, sin darse cuenta, están propiciando la inmadurez, la dependencia y el consumo del adicto.
Al estar tan pendiente de las responsabilidades y las necesidades del adicto, tiende a olvidarse de las suyas o no tiene energías para hacerles frente dándose en el familiar un alto grado de estrés y ansiedad que genera problemas físicos y mentales.
Se llega a confundir ayudar a otro con salvarle o rescatarle y la diferencia entre ambas cosas es muy significativa.
Algunos familiares se convierten en perseguidores, serian aquellos que van detrás del adicto sermoneándole y culpándole una y otra vez, tendiendo a hacerlo manteniendo discursos con la finalidad de impactarle emocionalmente para que así abandone el consumo. Lejos de esto lo que se establecen son dinámicas que generan un clima de mayor malestar en la familia sin conseguir atajar el problema y generándose mayores discusiones.
Debido al dolor vivido y a ver que sus esfuerzos y estrategias para que el adicto deje de consumir son inútiles, se genera una gran impotencia en la familia que hace que algunos adopten el papel de Víctima en el que la queja está continuamente presente y que no les permite coger las riendas de la situación que viven.
Entran así en una dinámica de autocompadecerse que les dificulta centrarse en aquello que pueden hacer para salir de la situación problemática.
En un principio la familia acude a tratamiento con la idea de que el enfermo es solo uno, aquel miembro que consume, pero en realidad detrás del sujeto adicto se esconde siempre una familia enferma que sigue una dinámica disfuncional, dinámicas marcadas por el chantaje y la manipulación emocional, la falta de afecto o reconocimiento, la necesidad de complacer al otro,..
Todo empieza a ser algo confuso para el familiar cuando empieza a darse cuenta que su afán obsesivo por rescatar al otro, al adicto, proviene de una necesidad de salir o focalizar la atención en cualquier cosa que no sea él mismo, para no ver el dolor y el sufrimiento de su propia vida. Mientras se ocupan del enfermo adicto no se ponen en contacto con el dolor de muchos otros sucesos que están ocurriendo u ocurrieron en su vida y viven en la creencia de que todo su malestar emocional viene causado por la condición de enfermedad del adicto.
La recuperación del miembro que padece adicción estaría, por tanto, basada en un proceso de recuperación familiar y en la medida que cualquier miembro del sistema inicie cambios personales se ocasionaran cambios en el resto para reajustarse y adaptarse a la nueva situación.
En definitiva, la familia que convive con un miembro que padezca la enfermedad de la adicción es una familia que a su vez esta enferma y que necesita ayuda para poder sanar. Sería una familia en la que sus miembros han perdido contacto consigo mismos ya que su atención ha estado centrada en rescatar obsesivamente al adicto de la situación que vive.
Es momento de empezar a mirar por esa parte tan olvidada pero tan importante como son aquellos que conviven diariamente con la persona enferma de adicción. Entendemos la familia como una parte importante del desarrollo y mantenimiento de la enfermedad adictiva y como sistema que sufre y necesita de ayuda para poder recuperar la mirada y la atención hacia si mismos y recuperarse de su propia enfermedad: la codependencia.
Fuente: alcoholismo.biz