Adicción Al Alcohol: Alcoholismo

Podemos resumir todas éstas historias de vida que están detrás de éstas consultas y que son las que mueven a buscar ayuda, a informarse, a preguntar qué hacer, a pedir que se los ayude en el camino a revertir ésta enfermedad, porque lo es el ALCOHOLISMO, esta es una enfermedad que en forma de adicción, en forma de una conducta adictiva hacia el alcohol produce un cambio en la vida de la persona alcohólica, como así también en todo aquel que está vinculado afectivamente, o relacionalmente con él, ya que se extiende la influencia de ésta conducta al círculo en el que se mueve el alcohólico.

Por ello es que muchas veces son las personas allegadas quienes consultan, y luego el alcohólico mismo el que busca en forma personal ayuda como modo de terminar con éste problema que no solo le impide vivir de una manera adecuada, armónica, con proyectos, con logros, con éxito; sino que todo lo contrario, el alcohol, la ingesta de alcohol en forma adictiva mina la vida de la persona hasta reducirla a la más mínima y miserable expresión.

Entonces si vamos a hablar del ALCOHOLISMO, también tenemos que hablar de COMPRENDER como modo de interiorizarnos de que esta enfermedad, es producto de una adicción al alcohol, y sobre la cual pesa un sinnúmero de prejuicios que no sólo no ayudan, sino que inciden en forma negativa a la hora de analizar una conducta y permitiendo que se juzgue en forma negativa a quien la tiene, logrando de ésta manera que el alcohólico no sólo se haga cargo y sienta el peso de éste prejuicio, sino que se sienta responsable absoluto de no poder salir de él, sin duda que esta enfermedad también es una consecuencia social de esa misma sociedad que muchas veces lo expulsa.

Para comprender la adicción al alcohol es necesario tener en cuenta el o los estigmas con los que socialmente se margina a quien la sufre, es decir se dice del alcohólico que es alguien que “tiene un vicio” que éste es “inmoral” y que es por ello un “perverso”, y muchas otros modos equivocados de llamarlo.

Es necesario por ello entender que quien es alcohólico, sufre de una adicción a las bebidas que contienen alcohol, y que ésta adicción lo hace “dependiente” de estas, y que es posible que sea dependiente porque es precisamente ésta dependencia, que es también una “necesidad” que tiene una manifestación conductual que lo lleva a ingerir la bebida, pero que está producida por el impulso, y la obsesión acallados ambos sólo por la ingesta del alcohol, y así se sucede el ciclo indefinidamente en el tiempo y en la vida de ésta persona.

Es decir en algún momento de la vida de ésta persona hoy alcohólica, hubo un deseo y un disfrutar de la obtención de la satisfacción de ese deseo, un disfrute por la ingesta.  Pero luego cuando la obtención y el logro de éste deseo se transformó en un hábito, en una compulsión para la satisfacción de la conducta adictiva, ya la persona no puede ejercer su voluntad, ya está atrapada  por la compulsión a satisfacer esa obsesión, esa necesidad adictiva, ya no hay más la satisfacción de un deseo, el disfrute por ello, hay sólo la necesidad de satisfacer la compulsa a beber.

Se da también en el alcohólico y producto de precisamente la cronicidad del hábito, que el umbral en el que se producen los síntomas del estado de obnubilación alcohólica son cada vez menores, esto lo manifiesta el enfermo ni bien llega a la consulta, generalmente es así, dice que con el avance de su historia de consumo de alcohol siente que cada vez es menos el índice de alcohol necesario para sentirse igualmente intoxicado por esa ingesta.

Por ello es importante desmitificar acerca de la posibilidad de dejar de beber en forma compulsiva del alcohólico, el cual ya ha entrado en una dependencia tanto física como psíquica de la bebida.

Es importante tener esto presente, para de ese modo poder ayudar a quien padece de alcoholismo, sea el lugar que ocupemos en la vida de ésta persona, ya sea desde lo vincular afectivo, familiar, social, institucional, etc.

Llegado a éste punto me gustaría detenerme a contar una anécdota que viví en forma personal hace unos años y cuando estaba ejerciendo como psicóloga en una Institución de Salud en la Ciudad de Córdoba. Argentina; por las cercanías siempre estaba un señor (mendigo) a quien le habían puesto un pseudónimo que recordaba a los pasados años de gloria vividos en su época de juventud, le llamaban “POLVORITA”.  Es decir por la época en que ocurre éste hecho que narro debía tener aproximadamente entre 45 y 48 años, evidentemente tal y como mostraba su físico y su psiquis, el alcohol había hecho estragos en él. Pero como ocurre siempre, es bastante común que personas que sufren y que están solas en el mundo de lo social, tengan de algún modo y por algunas particular cuestión cierto afecto y apego que van granjeándose con quienes desarrollan su actividad en las Instituciones Públicas, sobre todo las de salud y terminan siendo alguien más de los que están cerca del edificio mismo, lo conocen, son reconocidos y terminan formando y sosteniendo con quienes en el diario transcurrir de la actividad del lugar forman parte, una especie de vínculo que reemplaza en su vida a los afectos, a la familia. Cuando se habla con éstas personas, no son pocas las que pueden contar cual fue el origen, el motivo y el modo en que avanzó en ellos la adicción al alcohol, drogas, etc., y de ese modo en la misma medida que fueron perdiendo sus afectos, y la comprensión de la familia, pudiéndose encontrar en estas historias bastantes elementos coincidentes en sus vidas.

En el caso concreto de Polvorita fue el alcohol la sustancia adictiva que fue ocupando esos espacios que en su vida de relación, de afecto iban dando paso al alcohol; de modo tal que en los momentos en que su conciencia lúcida le permitía darse cuenta del estado de abandono, de soledad, posiblemente ese fuera el motivo por el que se fue acercando a un lugar a nuestra Institución de Salud previamente, en donde le fue posible establecer y desarrollar con quienes formábamos el plantel hospitalario un vínculo no tan cercano como el familiar original, pero vínculo que podría llamarse afectivo al fin.

Polvorita  siempre contaba su pasado exitoso en el boxeo en la provincia de Córdoba, Argentina, y una displicente vida que le llevo todo lo ganado en forma económica, y así también a su mujer y a sus hijos.  En el momento de acercarse al playón del Hospital de Urgencias, y recibir así de los médicos y otros profesionales que estacionábamos allí la consabida monedita que le permitía continuar con su adicción al alcohol, y también alimentarse si las monedas le alcanzaban para tanto, en no pocas ocasiones además de la moneda consabida requerida, era nuestra atención respecto a su historia vital la que solicitaba, como modo de exteriorizar su vivencia, su sentimiento, y también tal vez de aliviar su dolor ante la pérdida y el abandono.

Una vez al final del día de ejercer en la Institución, sabiendo ya que era el final de la jornada, y reconociéndome entre quienes le dábamos las consabidas monedas, se acerca como todos los días diciéndome “doctora, no se va a ir sin darme algo para el sándwich, cierto?”;  en éste modo de solicitar la ayuda que le permitía hacerse del dinero para poder dar curso a la exigencia compulsiva de su adicción, ocurre que como el adicto  en primer lugar sabe de su necesidad, de su adicción, y siente que debe satisfacerla como así también además sabe que no puede dejar de hacerlo; pero lo que es más tremendo es que se avergüenza de ella, nunca el alcohólico o muy pocas veces le va a pedir a alguien dinero para beber, sabe que es un estigma, y se siente abochornado por ello: entonces pide pero dice que es para comer, para alimentar a sus hijos, para pagar el alquiler, para volver a su casa, para su hijo enfermo, etc,etc. Y fue así que estando cerca una señora que tenía un kiosco ambulante de golosinas y las vendía a quienes formaban parte del cotidiano transitar por el Hospital, tanto enfermos como personal profesional y demás, no tuvo otra intención que la de protegerme y proteger entiendo yo el destino que le daba a mi dinero porque escuchando esas palabras del mendigo, rápidamente se acercó a mi diciéndome “doctora, no le baya a dar dinero, que el se cruza y compra vino”… indudablemente la intención de ésta mujer estaba movida por una genuina falta de conocimiento y también prejuicio que en forma general se tiene de que el alcohólico es alguien que bebe porque quiere, que gasta su dinero en un “vicio” que puede controlar y que SI no deja de beber, es una mala persona.

Es decir nosotros quienes estamos en el ámbito de la salud, y sobre todo quienes lo hacemos desde la perspectiva de la Salud Mental tenemos la predisposición y el compromiso en informar, psicoeducar, hacer conocer todo lo más que podamos acerca de que quien padece de una adicción, cualquiera que sea, no le es posible de salir de ella sin la ayuda tanto de su familia, amigos, conocidos, la sociedad toda y la ayuda terapéutica profesional.  Dentro de la especialidad de la Psicología todas las modalidades terapéuticas ayudan, pues dentro del proceso terapéutico lo que se logra es que la persona fortalezca aquellos aspectos de su personalidad, de su psiquis que le han llevado a sucumbir ante una adicción y por ello en la medida en que la misma más avanza en su vida, más se aleja de todo aquello que es menester desarrollar en la vida para vivir una vida plena en todos los sentidos; es decir el adicto se aleja de lo social, de lo vincular afectivo, de los miembros de su propia familia, no sabe ni puede cumplir su rol, ya sea en su familia de origen como hijo, como hermano, etc. Como en la propia tanto en su rol de esposo/a como en el rol de padre deja de poder ocupar ese lugar y luego pasa a ser no solo una figura a la cual no se puede recurrir, con quien no se puede contar, sino que tampoco puede ejercer un rol de significado, una figura a seguir, a imitar; todo lo contrario es alguien a quien se menosprecia, en quien no se puede confiar, con quien no se quiere estar; por ello es que el alcohólico acaba frecuentando a pares que están dentro de la misma adicción, frecuentando bares y alejándose de su familiar tratando de que en su trabajo y en los bares transcurran las horas de su vida, siendo cada vez más la toma de su psiquis y de su cuerpo desde la adicción, pues el alcohol no sólo destruye la psiquis, y lo social del individuo, sino que también lo hace desde lo orgánico matando las neuronas que constituyen el cerebro, la “materia gris” e intoxicando también su cuerpo, llegando en no pocos casos a padecer de demencia, o de cirrosis y alcanzando de esa manera una muerte segura.

Entonces es bueno que reflexionemos acerca del papel que a cada uno de nosotros debemos saber actuar y de esa manera podremos ayudar y lograr que éste flagelo que es el alcoholismo en el mundo, punto de partida de muchos otros como son la violencia, el suicidio, el homicidio, el infanticidio, el feminicidio, etc. Al tomar conciencia y tener una actitud diferente de comprensión y ayuda, desde cada uno de nosotros, así podremos ayudar y hacer un camino diferente en cuanto a estos flagelos consecuencia del alcoholismo.

En cuanto a mi compromiso particular como profesional que practico la metodología terapéutica Cognitivo.Conductual, he aprendido desde hace muchos años  que al sumar a éstas técnicas la técnica de la hipnosis clínica psicoterapéutica, ellas me permiten en un tiempo significativamente menor la persona deje de beber, el período de abstinencia sea sustancialmente menor y así mismo menos agudo, significativamente menor.  El modo de trabajo y la finalidad del trabajo terapéutico es no sólo de que el alcohólico deje su adicción, sino también que aprenda a recuperar o alcanzar en lo social una inserción trabajando sobre los distintos aspectos que son necesarios de modificar como de desarrollar en su personalidad, y en su comportamiento social de modo que pueda alcanzar en su vida una forma de relación que le permita vencer su inhibición, su inseguridad, su falta de aprecio por sí mismo (autoestima baja) es decir alcanzar un desarrollo psicosocial que le permita interactuar con otros de modo y que la sola posibilidad de hacerlo no le signifique una demanda de energía que sienta no puede realizar.  Es decir no sólo es ayudar al adicto a dejar el consumo de alcohol, es trabajar sobre todos aquellos elementos que sin duda incidieron en llegar a ser un adicto, y éstos están en su psiquis, en su dificultad de interrelación, en su vida, y tal vez también en alguna o muchas circunstancias traumáticas que lo han marcado de modo que sin beber no puede relacionarse por ejemplo, o tener la fuerza necesaria para tal o cual actividad.

Recuerdo a un paciente mío que me relataba cómo en momentos significativos de su historia adolescente, no podía acudir a reunirse con su grupo y luego comportarse con sus pares del modo desinhibido que manifestaban sus amigos, de modo tal que comenzó a beber siempre “una cerveza” antes de juntarse con su grupo y luego siempre continuaba bebiendo tanto para poder participar de una conversación en el grupo, de una broma, para sacar a bailar a una chica, etc.  “hasta que todos se daban cuenta que como estaba tan borracho, y no podía dejar de beber, fui quedándome solo y ahora con 32 años lo único que me queda es el trabajo, y luego de él ir a un bar a beber hasta ya no dar más y así a los tumbos volver a casa”.
Es decir en éste caso de Oscar es fácil darse cuenta como la necesidad de desinhibición lleva al consumo, pero la pseudo energía o posibilidad de interrelacionarse y lograr lo que en su momento entendió como el único recurso para poder participar del grupo, para encontrar novia, etc., no sólo no se lo permitió sino que lo llevó a que éstos amigos o conocidos y conocidas terminaran alejándose cuando él por propia voluntad no pudo dejar el alcohol.

Es importante entender que quien tiene la adicción al alcohol, quien la ha desarrollado luego de una conducta de beber en forma sistemática y continuada, llega a un punto que no puede dejar de hacerlo, aquí ese deseo de beber o esa búsqueda de la bebida por la razón que siente al comienzo que es darse cuenta por ejemplo de la desinhibición que el beber le produce, la energía, o el “animarse a hablar, decir chistes, participar, etc.”, lo que comienza como una “solución” a una dificultad, luego pasa a ser una necesidad o un dependencia tanto en el orden de la compulsión como de la naturaleza obsesiva hacia la obtención de la bebida y la ingesta de la misma.  Cuando la persona llega a éste punto es porque la adicción forma parte de su vida y ya será muy difícil que ésta lo abandone a no ser que por ayuda de los familiares y profesionales pueda alejarse de la sustancia a la que es adicto. Muchas veces es posible abandonar la adicción con mucho esfuerzo, con constancia y con apoyo, pero generalmente sólo con la ayuda y asistencia profesional puede lograr esta posibilidad, porque si bien el alcohólico lo intenta infinidad de veces, son infructuosas sus intenciones de dejar y vuelve a beber, entrando en una escalada de sintomatología concomitante con sentimientos hostiles hacia su vida, hacia su entorno, y sintiéndose cada vez más débil para poder dejar de beber.

Por ello es que es sumamente importante el papel que la familia desempeñe en cuanto a contención, y apoyo del alcohólico, como así también de exigencia de buscar ayuda. Digo esto porque existe una concepción generalizada y que está también enraizada en la idea un tanto mítica de que el alcohólico en forma voluntaria debe dejar de beber y que si no lo hace es porque no quiere; de ninguna manera es así, quien es adicto al alcohol ha desarrollado una dependencia tanto psíquica como física al alcohol, de modo que sin ayuda profesional es muy difícil por no decirlo imposible que deje de beber; sumado a esto que también el alcohol ha minado sus fuerzas, su voluntad, su autoestima, de modo que pedirle que haga algo que sólo no puede hacer, exigirle y no darle el apoyo y la contención para que pueda realmente trabajar en su recuperación y en vencer al alcohol, es dejarlo solo para que siga haciendo lo que sí puede que es seguir atrapado en las redes invisibles de su adicción la cual inevitablemente lo llevará a una cirrosis, a la locura o la muerte; y en el camino tal como el caso que narro al comienzo en ésta historia de “polvorita” el ex boxeador, perderá sus bienes, su familia propia, su familia de origen, sus amigos y todo aquel que de algún modo pudo haber incidido en ayudarle a alejarse del alcohol.

Lic.CRISTINA HEINZMANN
Psicóloga-Terapeuta
Centro Psicológico Compartir
Psicoterapia en Línea
http://www.centrocompartir.org

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