Algunos lo consideran el elixir de los dioses y otros la escuela del dolor. Para muchas personas representa un poco de desinhibición, pero en otros es la muerte. Así, entre el placer y el abatimiento se encuentra el alcohol.
Esta sustancia que puede ser al mismo tiempo rasposa, dulce, fuerte y liviana, es la causa del 75 por ciento de los casos de una enfermedad que destruye paulatinamente las células del hígado y es llamada cirrosis hepática. El padecimiento se caracteriza por la sustitución del tejido normal del órgano por uno fibroso y esponjoso, situación que ocasiona la disminución de las funciones hepáticas hasta llegar a la insuficiencia y, si el paciente no recibe el tratamiento adecuado y oportuno, le provoca la muerte invariablemente.
En México la cirrosis hepática, el cáncer y la hepatitis B y C (enfermedades crónicas del hígado) se ubican desde 1990 como la quinta causa de muerte, con una tasa promedio de 11.5 por 100 mil habitantes. Además, el alcoholismo provocó el año pasado más de 13 mil muertes (3 por ciento del total de defunciones en el país) y contribuyó con la mitad de los casos de la enfermedad del hígado, según estadísticas del Programa Nacional de Salud 2001-2006.
Los estados que tuvieron una tasa de mortalidad mayor (al promedio nacional) como causa de esta enfermedad fueron : Yucatán, Puebla, Hidalgo, México, Veracruz, Distrito Federal, Oaxaca, Querétaro, Tlaxcala y Campeche.
Cirrosis infantil
La cirrosis hepática también puede originarse por diferentes padecimientos entre los que destacan el mal manejo terapéutico de las hepatitis B y C; algunas enfermedades genéticas y diversas causas idiopáticas. Esta última, se refiere a que los médicos desconocen la causa precisa del por qué el paciente la desarrolló.
En lo que respecta a padecimientos genéticos, destaca la llamada tirocinemia que representa del 60 al 70 por ciento de la cirrosis infantil en México. Se caracteriza por la falta de una enzima hepática, lo que conduce a cirrosis y, con el transcurso de los meses, a un problema cancerígeno en corto plazo.
La única alternativa para controlar la cirrosis infantil y adulta es el trasplante del hígado, debido a que no existe un tratamiento que reduzca eficazmente el daño en ese órgano. Por lo que el paciente debe tratarse con manejo dietético. Es decir, disminur la ingestión de alimentos con alto contenido proteínico (carnes y huevo) y restricción de sal. También debe omitir sustancias tóxicas como los medicamentos. La administración de fármacos debe evaluarse por el médico, podría representar un alto riesgo en el enfermo.
La cirrosis puede prevenirse si la causa de su desarrollo son las hepatitis o el alcoholismo. Así, el llevar un adecuado control de las primeras, aunado a una ingesta de alimentos ricos en vitaminas y minerales, y la realización de ejercicio físico (por moderado que sea) podrían evitar que la hepatitis progrese hasta convertirse en cirrosis.
En cuanto a la ingestión excesiva de alcohol, especialistas de la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud afirman que si fué detectada la enfermedad, es fundamental dejar de ingerir toda clase de bebidas alcohólicas. Debido a que es muy difícil que las células hepáticas (hepatocitos) se regeneren, primero a causa del daño alcohólico y segundo ante la falta de alimento.
Los síntomas de cirrosis so variados y destacan: fatiga, vómito y nauseas, presión e incremento abdominal, pérdida del apetito, dolor de cabeza y malestar en las articulaciones. También cuando la enfermedad está muy avanzada el cerebro puede verse afectado, el pensamiento se torna confuso y el paciente corre el riesgo de caer en coma o fallecer.
Fuente: invdes.com.mx